Todos los padres y madres buscamos lo mejor para nuestros
hijos, que estén siempre fuertes y llenos de energía, radiantes de salud, que
se alimenten bien, que no sufran enfermedades, que sean capaces de integrarse
con sus amigos y con el resto de la sociedad, que respeten y sean respetados, y
lo más importante, que sean felices, y que por ello se rían mucho, y que nos
transmitan así su alegría.
Los profesionales sanitarios nos implicamos en esa búsqueda y tratamos
de ayudar a los niños para resolver sus problemas de salud. Dentro de ella los
dentistas nos encargamos de la salud de su boca, de sus dientes y de todo lo
que engloba el adecuado desarrollo de los mismos.
Todos sabemos lo importante que son los dientes para tener una
buena salud. Unos dientes sanos y fuertes ayudan a una buena masticación,
primer paso de la digestión y por ello de la alimentación de las personas, pero
además los dientes intervienen en el habla, en la comunicación oral, pero también
en la comunicación no verbal, en los gestos y sonrisas, por lo cual son muy
importantes en la relación con los demás y participan en la “salud social” de
nuestros hijos.
Para tener una boca sana, además de tener los dientes limpios
y sanos, es muy importante tener una adecuada oclusión de los mismos, es decir,
que las arcadas dentarias superior e inferior estén bien proporcionadas y
relacionadas entre sí. Además es muy importante que los dientes estén alineados
y posicionados adecuadamente para conseguir que la masticación de los alimentos
sea lo más efectiva posible, que la pronunciación de las palabras sea correcta
y que la sonrisa de nuestros hijos sea “la más bonita del mundo” para él, para
nosotros y todos los demás.
A veces la naturaleza nos juega malas pasadas, las bacterias
presentes en la boca alteran su equilibrio por la presencia de restos de comida
que no se eliminan y nos producen caries, o nos inflaman las encías haciéndolas
sangrar incluso, si la higiene no es adecuada. Otras veces la genética
interviene y nos coloca mal nuestros huesos y dientes (maloclusiones y
malposiciones) como lo tienen nuestros padres, abuelos o tíos, a veces nos hace
que algunos dientes no nazcan (agenesias), otras que queden retenidos en los
maxilares (incluidos), y en otras ocasiones hay hábitos perjudiciales que
alteran la formación de la boca durante la infancia, como el uso prolongado del
chupete, la respiración oral por vegetaciones o problemas nasales, e incluso el
uso del dedo para dormir durante años, causando deformaciones graves y a veces
irreversibles.
La Ortodoncia es la rama de la Odontología que trata del
estudio, diagnóstico y tratamiento de las maloclusiones dentarias. Los que nos
dedicamos a esa maravillosa disciplina debemos conocer cómo se desarrolla el
crecimiento craneofacial, desde el nacimiento hasta la edad adulta, cómo se ve
determinado o alterado ese crecimiento, y sobre todo, diagnosticar lo más
correctamente esas alteraciones para tratarlas de manera correcta y causando
las menores molestias o efectos secundarios al paciente que las padece.
Todos debemos tener en cuenta que cualquier tratamiento médico
debe estar siempre indicado, no sólo por la existencia o no de una enfermedad o
patología, sino porque su aplicación implica siempre una serie de efectos
secundarios, de mayor o menor intensidad, y que deben ser puestos en la balanza
de los beneficios y desventajas de realizar ese tratamiento, por parte del
profesional sanitario, y ser asumidos por el paciente, o los padres del mismo
si es un menor.
A nadie se le ocurre tratar un cáncer u operarse de
apendicitis si no es necesario. Cuando la salud de una persona está en juego,
los profesionales sanitarios estamos obligados a informar completamente a los
pacientes de los beneficios y riesgos de los tratamientos, y ayudarles a los
padres a tomar la mejor decisión sobre la salud de lo que más quieren en el
mundo, muchas veces como si fueran nuestros propios hijos. Nuestros
tratamientos de ortodoncia deben cumplir siempre este requisito, es decir,
deben estar siempre plenamente justificados.
Cuándo colocar los aparatos de ortodoncia?
La respuesta es muy sencilla y compleja a la vez: cuando son estrictamente necesarios, es
decir, cuando los ortodoncista llegamos a la conclusión de que sin su
aplicación no se va a restablecer la salud oral del niño.
Para llegar a esa conclusión primero debemos elaborar a un diagnóstico, para el cual es
imprescindible hacer una historia
clínica del niño, y muchas veces de sus padres y hermanos, saber en qué
momento del crecimiento está, las enfermedades y hábitos perjudiciales que pudo
tener en su infancia. También debemos hacer una exploración de su boca, de la forma de su cara, de su perfil, de la
dentición que tiene en este momento (dientes de leche, definitivos…), viendo su
posición, alineamiento, oclusión entre los dientes de arriba y los de abajo,
determinando la relación entre la arcada superior y la inferior, si hay
apiñamiento o si los dientes están muy separados.
Esta es una parte muy importante y minuciosa, no podemos
hacerlo en “cinco minutos” y en muchos casos nos lleva años de seguimiento, ya
que si el niño acude al dentista desde que es pequeñito, todas esas
exploraciones las vamos apuntando en su historial clínico, para evaluar los
cambios que se van produciendo a medida que va creciendo.
Siempre tenemos en cuenta dos variables muy importantes, la edad y el sexo de los niños y niñas, ya
que su desarrollo es diferente sobre todo en el momento de “dar el estirón”.
Por regla general las niñas lo tienen antes que los niños, a los 11-13 años en
ellas y a los 13-14 en ellos, con lo cual es muy frecuente que en las niñas
tengamos que intervenir antes.
Cuando los datos de la historia y de la exploración nos
indican la presencia o sospecha de una patología, y es necesario aumentar la
información para alcanzar un mejor diagnóstico de la misma, realizamos entonces
unas pruebas complementarias, con
las cuales obtenemos unos datos objetivos.
Para ello se realizan unas radiografías, básicamente una panorámica y una lateral de cráneo,
sobre la cual se realiza un estudio mediante el trazado de unos ángulos y
medidas lineales, llamada cefalometría,
que con el uso de unas tablas, baremamos el grado de alteración de los huesos y
maxilares con respecto a la normalidad (maloclusiones). Hoy en día también se realizan
ya estudios mediante escáneres de la boca, del cráneo y de la cara, y en
algunos casos se hacen radiografías de la muñeca del niño para determinar el
momento del crecimiento.
También realizamos unos moldes
de las arcadas dentarias, para medir el tamaño de los dientes, la anchura
del paladar, el espacio que disponen en la arcada para colocarse bien
(malposiciones dentarias), y de su relación entre sí.
Además de estas pruebas, realizamos siempre un estudio fotográfico de la cara y perfil del paciente, y de
los dientes y su boca, que contrastamos con los moldes y radiografías.
Únicamente, y después de haber valorado minuciosamente todas
esas pruebas, los ortodoncistas estaremos en disposición de evaluar el caso, de
predecir el posible crecimiento del niño, de determinar el grado de maloclusión
ósea o dental que tiene, para saber si es el momento, o no, de intervenir como
terapeutas y aplicar nuestro tratamiento ortodóntico, o si por el contrario, el
desarrollo del niño es favorable a una correción por sí sólo, e incluso, si la
colocación de los aparatos es innecesaria o desfavorable, ya que la balanza de
ventajas y perjuicios que tenemos en cuenta, inclina la misma hacia este lado,
contra indicando claramente la aplicación del tratamiento.
Por esto es tan importante el diagnóstico, porque nos va a
decir qué problemas tiene nuestro hijo, su gravedad, si es el momento de
intervenir o no, y va a indicar la idoneidad
del tratamiento y debemos de desconfiar de aquellos que no ponen todo su
empeño o de no perder el tiempo en realizarlo.
Cómo colocar los aparatos de ortodoncia?
La respuesta a esta pregunta es muy sencilla, ya que el plan
de tratamiento y los posibles aparatos que vayamos a utilizar son muchos y
diferentes, y vienen determinados por el minucioso estudio que hemos realizado.
Si sabemos qué problema tenemos y si es
el momento adecuado para actuar sobre él, la Ortodoncia tiene recursos más que
suficientes hoy en día para resolverlos.
Dependiendo del diagnóstico que hayamos realizado, y si llegamos
a la conclusión de la existencia de maloclusiones dentarias, hay varios tipos
de tratamientos para aplicar, dependiendo sobre todo de la edad y sexo del niño
o niña, del grado de desarrollo óseo dentario que encontramos en las pruebas
realizadas, y de la gravedad del problema que queramos resolver.
Así tendremos aparatos
removibles, aquellos que se pueden sacar por el niño o los padres, y que se
usan principalmente para tratar problemas de colocación, tamaño o relación de
los maxilares, actuando sobre el crecimiento de los mismos, preferentemente
antes o, como muy tarde, del estirón que tienen los niños y niñas antes de la
adolescencia, ya que es un momento de gran actividad hormonal que estimula el
crecimiento de todos los órganos y tejidos del niño, y podemos aprovechar para
corregir una alteración de los huesos maxilares. La principal ventaja es que
podemos emplearlo en niños desde edades muy tempranas, para tratar
maloclusiones graves, antes de que nazcan todos los dientes definitivos; el
principal inconveniente es que dependen de la colaboración del niño y de la
constancia de los padres para supervisar que el aparato esté colocado en la
boca el mayor tiempo posible, para conseguir que sea efectivo.
Otros son los aparatos
fijos, consistentes en la adhesión de unos botones de metal, plástico o
cerámica sobre los dientes definitivos (brackets) , los cuales son empleados
para “guiar” al diente a la posición correcta en su arcada mediante el uso de
alambres elásticos. Sólo pueden ser colocados en los dientes definitivos, por
lo cual hay que esperar a que éstos vayan erupcionando y apareciendo en la boca
para poder ser colocados. La principal ventaja que tienen es que son efectivos
y “funcionan” sin precisar la colaboración del paciente, y el principal
inconveniente es la necesidad de una muy buena higiene bucodental para evitar
la aparición de caries y enfermedades de las encías, ya que los brackets
favorecen el acúmulo de restos de comida y placa en los dientes.
Otros aparatos que se emplean en menor medida son los alineadores transparentes, para casos
muy sencillos y para retener los dientes al finalizar los tratamientos.
Una vez elegido el aparato o aparatos que nuestro plan de
tratamiento ha indicado, hemos de tener en cuenta otro factor muy importante,
que es la duración del tratamiento.
Si los tratamientos de ortodoncia tienen “efectos secundarios”, debemos de
intentar siempre que sean los menores posibles, y cuanto menos dure el
tratamiento, mejor. Además cada día mejoran los materiales y las técnicas para
conseguirlo. La duración depende de muchos factores, principalmente la edad del
niño, el ritmo de crecimiento, la gravedad de su maloclusión, la colaboración
de él y de sus padres, etc.…
Por qué colocar los aparatos de ortodoncia?
Pues la respuesta es bien sencilla, porque después de haber
hecho el diagnóstico y el plan de tratamiento llegamos a la conclusión de que
están totalmente indicados y son necesarios e imprescindibles para mejorar la
salud bucodental de nuestro hijo, y que es el mejor momento para colocarlos, ya
que retrasar su colocación empeoraría el pronóstico de su problema, o incluso
lo haría irreversible o de difícil resolución.
Hay que tener en cuenta que si queremos corregir algunas
maloclusiones y dirigir el crecimiento de los maxilares, lo debemos hacer antes
de que los niños alcancen su total desarrollo, ya que una vez que terminan el
crecimiento, los maxilares no podrán ser tratados, salvo con cirugía
maxilofacial, con todas sus consecuencias. Por eso es tan importante detenernos
en el diagnóstico y revisar al niño desde la edad infantil, para adelantarnos a
ese momento y conseguir el mejor
resultado en el menor tiempo posible, para no “aburrir” al paciente ni a
sus padres.
Cuándo no debemos colocar aparatos de
ortodoncia?
Pues para ello tenemos varias respuestas:
1.
Cuando no se ha
hecho un diagnóstico exhaustivo y completo del niño
2.
Cuando tras hacer el diagnóstico, éste determina que no son necesarios porque el problema es
muy leve, o aún es muy pronto para colocarlos y es necesario esperar a que
crezcan más, o incluso el estudio indica que se corregirá por sí solo con el
desarrollo del niño
3.
Cuando ya no
están indicados los tratamientos y su colocación empeorará su salud
bucodental.
Desafortunadamente hoy en día
han aparecido en el sector odontológico empresarios sin escrúpulos,
ajenos a la sanidad, y que juegan con la salud bucodental de la población y por
ello de la nuestra y de la de nuestros hijos, siendo su único objetivo el conseguir el mayor lucro económico posible,
para ello contratan en sus cadenas de clínicas multi dentales y franquicias a
comerciales o asesores de ventas para presupuestar y planificar los
tratamientos, y sobretodo “convencer” a los padres de la necesidad de los
tratamientos sobre nuestros hijos, empleando agresivas campañas publicitarias (regalando viajes, cheques o
libros de texto), apurando y presionando con descuentos y llamadas telefónicas
la firma de financiaciones de los tratamientos, incluso presumiendo de falsas
prestaciones gratuitas. Todo ello con un diagnóstico rápido y “en cinco minutos”.
Recomendamos buscar diferentes opiniones de varios
profesionales, contrastándolas, los “dentistas de confianza” desempeñamos
nuestra profesión buscando mejorar la
salud de la población, y los pacientes debemos valorar sobre todo el esmero
y el tiempo que dedica cada uno a estudiar el problema de nuestros hijos, ya
que los tratamientos de ortodoncia suelen ser prolongados, no se resuelven en
días ni en semanas, y por ello no es necesario tomar la decisión con prisas en
base a frases que muchos hemos escuchado como
“aprovéchate hoy que es el último día que están de oferta los
brackets de zafiro”,
“hasta el 31 de este mes te descontamos 300€ o los libros de
texto”,
“si financias hoy consigues un 5% de descuento adicional por
órdenes de la central”
“acude a nuestra consulta y te invitamos a ti y a tus padres a
un happy meal en el McDonalds”...
Te recordamos que más del 70% de las reclamaciones de los
pacientes a nuestros colegios profesionales por tratamientos mal realizados en
España son de ese tipo de franquicias, aseguradoras y empresas de
intermediación dental, las cuales, según denuncia FACUA y otras asociaciones de consumidores, se
lavan las manos en cuanto a su responsabilidad sobre los tratamientos, no
haciéndose cargo de reclamaciones en el futuro.
Que nadie juegue con la salud de tus hijos. Todo lo barato en
salud sale caro, sobre todo cuando hay precipitación y desconocimiento de lo
que estás decidiendo.
Busca un profesional que te informe y te explique los pros y
los contras de los tratamientos que se van a realizar con tu hijo, todos los
dentistas y ortodoncistas tenemos la obligación de hacerlo y recuerda que
siempre la última palabra la tienes tú.
Pablo Varela Pereira, odontólogo, ortodoncista y miembro de la Comisión
Deontológica y vocal de la junta directiva del Ilustre Colegio de Odontólogos y
Estomatólogos de A Coruña, padre de tres hijos.
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